domingo, 28 de octubre de 2007

Una de preguntas de examen... y sus respuestas.

Aunque puede que sean parte de las leyendas urbanas (si es que lo son, que a la vista de lo visto en muchos centros de enseñanza... uno espera cualquier cosa) de lo que no hay duda es de que se pasa un buen rato, siempre que a uno no le dé por reflexionar sobre ello y se lo tome como mero divertimento... y eso sí, divertidas, son divertidas. Pues nada, nada, a divertirse... ¡Que ustedes pasen un buen rato!


Para que no se diga, empecemos con una de allende nuestras fonteras, que los ingleses también tienen lu suyo:

...desarrollarlo no lo ha desarrollado, pero expandirlo, ¡vaya si lo ha expandido!


Algunos de los que vienen a continuación también los he visto en inglés, pero no juega un papel tan importante el idioma como en el anterior... supongo.

Encuentra la x:
¡La encontró! ¡Eso es vista!

Reducir la fracción:
...¡y vaya si la ha reducido!

Ésta, o éste, saber matemáticas no sabe, pero fijarse se fija...

Y éste, o ésta, tampoco, pero idiomas sí... francés e inglés, por lo menos...
...y además nos los enseña.

Éste se las arregló para no tener que resolverlo, había algo en el camino que lo hacía imposible...

Éste, sin embargo, no sabe resolver la situación de ninguna manera... y opta por una solución muy drástica.

Para terminar, por ahora, esta genialidad, ruego disculpas si a alguien molesta el vocabulario utilizado.
Podemos poner en duda si es o no real, como las demás, pero nadie puede negar que cumple los requisitos exigidos.

jueves, 25 de octubre de 2007

Escribiendo se entiende la gente...

Acabo de encontrar esta perla en la portada de Terra de fecha de hoy:

Un familiar es el padre de la niña embarazada.

¡Increible que un familiar sea el padre de la niña embarazada! ¡No doy crédito!

Hasta hoy no había caído en la cuenta de que un familiar mío era mi padre. ¡Madre del amor hermoso!, que diría el familiar que es mi madre, a dónde iremos a parar, qué les quedará por ver y leer a nuestros ojos y oír a nuestros oídos.

También, supongo entonces, mis hermanos son familiares míos, y mis tías y tíos, mis primas y primos, mis abuelas y abuelos... ¡¡Qué cantidad de familiares me he encontrado de pronto!! Como aquél que dice, sin comerlo ni beberlo... Brindo por ellos.

jueves, 18 de octubre de 2007

Tres hurras por el acceso fácil a la cultura

Desde hace mucho tiempo vengo viendo en los libros lo siguiente:

"Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ella mediante alquiler o préstamo público."

Lo dicho, tres hurras por el acceso fácil a la cultura... ¡Hip, hip! ¡¡Hurra!! - ¡Hip, hip! ¡¡Hurra!! - ¡Hip, hip! ¡¡Hurra!!

Además, tengo una duda que me inquieta y desasosiega, como en tantos libros de tantas editoriales figura tal leyenda... ¿se han dado permiso por escrito todas las editoriales a todas las demás?, ¿han sido sancionadas todas las editoriales (supuesta la ausencia de lo anterior)?... Ruego a alguna editorial se sirva desvelar este misterio que apenas deja que concilie el sueño, que viva con la mínima normalidad.

(Antes de publicar esta entrada se me ha ocurrido buscar en Google 'distribucion de ejemplares de libros mediante prestamo', y entre otras referencias, de las primeras, aparece El blog del futuro del libro: Prohibido prestar, visítalo... si quieres, claro.)

lunes, 15 de octubre de 2007

Día de Acción del Blog

Cuando escribí mi novela El camino, donde un muchachito, Daniel el Mochuelo, se resiste a abandonar la vida comunitaria de la pequeña villa para integrarse en el rebaño de la gran ciudad, algunos me tacharon de reaccionario. No querían admitir que a lo que renunciaba Daniel el Mochuelo era a convenirse en cómplice de un progreso de dorada apariencia pero absolutamente irracional...

De no hacerlo así, consumaremos el suicidio colectivo en un plazo relativamente breve... La industria se nutre de la Naturaleza, y la envenena y, al propio tiempo, propende a desarrollarse en complejos cada vez más amplios, con lo que día llegará en que la Naturaleza sea sacrificada a la tecnología. Pero si el hombre precisa de aquélla, es obvio que se impone un replanteamiento...

Esto no supondría renunciar a la técnica, sino embridarla, someterla a las necesidades del hombre y no imponerla como nieta. De esta manera, la actividad industrial no vendría dictada por la sed de poder de un capitalismo de Estado ni por la codicia veleidosa de una minoría de grandes capitalistas. Sería un servicio al hombre, con lo que automáticamente dejarían de existir países imperialistas y países explotados, ) simultáneamente, se procuraría armonizar naturaleza y técnica de forma que ésta, aprovechando los desperdicios orgánicos, pudiera cerrar el ciclo de producción de una manera racional y ordenada.

Tales conquistas y tales frenos, de los cuales apenas se advierten atisbos en los países mejor organizados, imprimirían a la vida del hombre un sentido distinto y alumbrarían una sociedad estable, donde la economía no fuese el eje de nuestros desvelos y se diese preferencia a otros valores específicamente humanos.

...el verdadero progresismo no estriba en un desarrollo ilimitado y competitivo, ni en fabricar cada día más cosas, ni en inventar necesidades al hombre, ni en destruir la Naturaleza, ni en sostener a .un tercio de la Humanidad en el delirio del despilfarro mientras los otros dos tercios se mueren de hambre, sino en racionalizar la utilización de la técnica, facilitar el acceso de toda la comunidad a lo necesario, revitalizar los valores humanos, hoy en crisis, y establecer las relaciones Hombre-Naturaleza en un plano de concordia.

...¿es serio afirmar que la actual orientación del progreso es la congruente? Si progresar, de acuerdo con el diccionario, es hacer adelantamientos en una materia, lo procedente es analizar si estos adelantamientos en una materia implican un retroceso en otras y valorar en qué medida lo que se avanza justifica lo que se sacrifica.

El hombre, ciertamente, ha llegado a la Luna pero en su organización político-social continúa anclado en una ardua disyuntiva: la explotación del hombre por el hombre o la anulación del individuo por el Estado.... A pesar de nuestros avances de todo orden en política, la experimentación constituye un privilegio más de los fuertes. Perfil semejante, aún más negativo, nos ofrece el tan cacareado progreso económico y tecnológico. El hombre, arrullado en su confortabilidad, apenas se preocupa del entorno.

La actitud del hombre contemporáneo se asemeja a la de aquellos tripulantes de un navío que, cansados de la angostura e incomodidad de sus camarotes, decidieron utilizar las cuadernas de la nave para ampliar aquéllos y amueblarlos suntuosamente. Es incontestable que, mediante esta actitud, sus particulares condiciones de vida mejorarían, pero, ¿por cuánto tiempo? ¿Cuántas horas tardaría este buque en irse a pique —arrastrando a culpables e inocentes— una vez que esos tripulantes irresponsables hubieran destruido la arquitectura general de la nave para refinar sus propios compartimientos?

...nuestro barco se hunde... ¿no sería progresar el admitirlo y aprontar los oportunos remedios para evitarlo?

El hombre, obcecado por una pasión dominadora, persigue un beneficio personal, ilimitado e inmediato y se desentiende del futuro. Pero, ¿cuál puede ser, presumiblemente, ese futuro? Negar la posibilidad de mejorar y, por lo tanto, el progreso, sería por mi parte una ligereza; condenarlo, una necedad. Pero sí cabe denunciar la dirección torpe y egoísta que los rectores del mundo han impuesto a ese progreso.

Así, quede bien claro que cuando yo me refiero al progreso para ponerlo en tela de juicio o recusarlo, no es al progreso estabilizador y humano —y, en consecuencia, deseable— al que me refiero, sino al sentido que se obstinan en imprimir al progreso las sociedades llamadas civilizadas.

Mi credo. Miguel Delibes.
En Un mundo que agoniza.
(Discurso de ingreso en la Real Academia de la Lengua. 1975).

domingo, 14 de octubre de 2007

Ciudad versus pueblo.

Estoy hasta las/los mismísimas/mismísimos (no es por la corrección política del lenguaje) de que nos traígan la ciudad a los pueblos, a los campings o campinges y, sobre todo, al campo.

Reivindiquemos la excelencia de la ciudad: comunicaciones fáciles, servicios de ocio a tutiplén, diversión a raudales y/o mantas, sanidad a mano, comercio a la puerta del coche, ruido a mansalva, y un largo, larguísimo, etcétera que hace las delicias de las-os 'ciudaderinas-os' y "ciudadófilas-os"... (ante todo, que no se me olvide, lenguaje políticamente correcto).

Dejadme en paz, llamadme pueblerino... (y, si gustáis, -ina, no me ofendo, pero no es, en este caso, ni lingüística ni políticamente correcto) y marchaos a vuestra ciudad, o asumid la vida en el pueblo, en el camping y en el campo, como es... como tiene que ser.

Falta un día para el Día de Acción del Blog.

sábado, 13 de octubre de 2007

¡Qué desperdicio!

¡Ya está bien de hacernos sentir culpables -que lo somos, muchos, pero a pequeña escala- a las personas normalitas! ¿Por qué no se hace un programa similar pero con empresas privadas y/o públicas -que lo son, culpables me refiero, muchas, y a gran escala-?

Se me ocurre que se podría empezar, por ejemplo, por las empresas gestoras de residuos, o... por la propia empresa que emite el programa.

Faltan dos días para el Día de Acción del Blog.

miércoles, 10 de octubre de 2007

OYE, MINISTRO. Arturo Pérez Reverte.

Estos días el arriba firmante anda a vueltas con el guión de una serie para la tele, un asunto que mi compadre Sancho Gracia va a producir sobre la España de 1898. Y como eso del cine y los guiones es cosa de especialistas, Sancho ha fichado a dos machacas, los hermanos Olivares -más conocidos por los hermanos Dalton- para que le den forma técnica al asunto. Los Dalton son jóvenes, brillantes y nos llevamos muy bien. Pero el otro día, mientras revisaba uno de los diálogos desarrollados por ellos, me detuve con el lápiz en alto. En la escena, que transcurre a la salida de un consejo de ministros de hace un siglo, los periodistas interpelan a un ministro de Marina llamándole: «Ministro, ministro».

Comenté el asunto con los Dalton, aclarándoles que los políticos españoles no siempre han tenido las maneras de la chusma que tenemos ahora; y que ese compadreo de oye, ministro, oye, presidente, es una cosa reciente y más bien de aquí, desde que periodistas y políticos se van a la cama -a veces literalmente- juntos. Y es que al único que no tutea nadie es a don Manuel Fraga, porque no se deja. Y añadí que si en el siglo pasado, incluso en buena parte de este, un periodista se hubiese dirigido así a un ministro, habría sido puesto de patitas en la calle. Y que aún hoy en la vecina Francia, todo el mundo se dirige al ministro como «monsieur le ministre». Por no hablar del presidente de la república. Allí esas son cosas a respetar porque, respetándolas, la gente se respeta también a sí misma. No como en España, que todos somos contertulios, y nos tuteamos, y nos sacudimos unos a otros la chorra con toda la naturalidad y con toda la ordinariez de que somos capaces. Que es mucha.

Lo grave no es que los Dalton lo entendieran, porque son chicos listos y lo cazaron en cuanto abrí la boca. Lo grave es el reflejo automático que les hizo escribir como harto natural una zafiedad que sólo es posible aquí y ahora, en España. Somos el único país de Europa donde entras a un restaurante con tu legítima y el camarero pregunta «¿qué vais a tomar?», el cliente te dice «dame el Marca», la dependienta aconseja «pruébatelo», el mendigo sugiere «colabora, colega», y el niño vestido de rapero dice «dime la hora, subnormal» o se refiere al cura de su parroquia como Paco. Toda España es un inmenso tuteo; hasta el punto de que algunos, que fuimos cuidadosamente educados por nuestros papás para hablarle de usted a todo el mundo -yo, hasta cuando insulto-, nos sentimos bichos raros cuando gente con canas presuntamente respetables dice: «pero no me hables de usted, hombre, que me haces muy viejo», el mozo de hotel al que das propina lo agradece con un «gracias, Reverte», o después que el taxista ha preguntado «¿dónde te llevo?» tú vas y contestas muy serio, tras un «buenos días» que nadie responde: «Pues me va a llevar usted, por favor, a la calle Leganitos».

Todo eso, que parece anecdótico, no lo es. Supone un síntoma evidente de la degradación del respeto entre los españoles, del escaso aprecio en que nos tenemos a nosotros y a nuestras instituciones, y de la peligrosa facilidad con que confundimos cordialidad y grosería. No hay que remontarse a la España de mi amigo el capitán Alatriste, cuando tratar a alguien no ya de tú, sino de vos en lugar de vuestra merced podía terminar en estocadas. Mi generación ha conocido hijos que llamaban a los padres de usted, y mi abuelo utilizó hasta su muerte ese tratamiento con algunos de sus mejores amigos. Lo que no es tan extraordinario si tenemos en cuenta que en Francia, sin irse más lejos, varios matrimonios conocidos míos se hablan entre sí de usted con la más natural cordialidad del mundo.

En fin volviendo a la España de ahora, mucho me temo que, por más que nos empeñemos, ni todos somos compadres ni vamos a serlo en nuestra puñetera vida; por mucho que finjamos -que esa es otra- darnos palmaditas en la espalda y nos tuteemos como si hubiésemos frecuentado la misma casa de putas. Así que conmigo no cuenten: seguiré llamando de usted a quien me dé la gana, y eligiendo cuidadosamente los amigos a quienes tuteo. Y más en este país de soplapollas donde lo único que falta por normalizar es «oye, rey»; que suena más moderno, y menos formal, y más campechano que el copón de Bullas. Pero todo se andará, y ese día me nacionalizaré mejicano. Allí todavía te pegan un tiro hablándote de usted.
(No puedo precisar el medio ni la fecha en que apareció)

lunes, 1 de octubre de 2007

De “Martes con mi viejo profesor”, de Mitch Abom.

Al principio de la vida, cuando somos niños, necesitamos de los demás para sobrevivir, ¿verdad? Y al final de la vida, cuando te pones como yo, necesitas de los demás para sobrevivir, ¿verdad? Su voz se redujo a un susurro. "Pero he aquí el secreto: entre las dos cosas, también necesitamos de los demás".

Antes de morir, perdónate a ti mismo. A continuación, perdona a los demás.

El defecto mayor que tenemos los seres humanos es que somos cortos de vista. No vemos lo que podríamos ser. Deberíamos estar viendo nuestras posibilidades, dando de nosotros al máximo hasta llegar a ser todo lo que podemos. Pero si estás rodeado de personas que dicen “Quiero lo mío ya”, al final hay unos pocos que lo tienen todo y unos militares que impiden que los pobres se levanten y se apoderen de ello...
El problema es que no creemos que seamos tan semejantes como somos en realidad.

Invierte en la familia humana. Invierte en las personas. Construye una pequeña comunidad con los que amas y con los que te aman.

No existe ninguna fórmula para llevar las relaciones personales. Hay que negociarlas de modos amorosos, con sitio para ambas partes; para lo que quieran y para lo que necesitan; para lo que puedan hacer y para cómo es su vida.
En los negocios, las personas negocian para ganar. Negocian para obtener lo que quieren... El amor es diferente. El amor es cuando te preocupas tanto por la situación de otra persona como por la tuya propia.

No quiero decir que pases por alto todas las reglas de tu comunidad. Yo no voy desnudo, por ejemplo. No me salto los semáforos en rojo. Puedo obedecer las cosas pequeñas. Pero las cosas grandes, cómo pensamos, lo que valoramos, ésas debes elegirlas tú mismo. No puedes dejar que nadie, ni que ninguna sociedad, las determine por ti.

Sed compasivos – susurró Morrie –. Y sed responsables los unos de los otros.

Si nos viéramos más semejantes, podríamos estar muy deseosos de unirnos a la gran familia humana de este mundo,...

Un alto nivel social no te llevará a ninguna parte. Sólo un corazón abierto te permitirá flotar equitativamente entre todos.